



En la calle hace 4º, un 3 de Diciembre que parece Enero. Han llegado antes las heladas que otros años. Un Domingo que yazo en mi cama cubierta por dos mantas, bata, calcetines polares y guantes sin dedos a pesar de que dentro de casa hace 22º.
Me han dejado sola, yendose a los quehaceres domingueros. En casa solo hay silencio y me encanta.
No pongo la tele, ni música, ni podcats, ni videos, solo quiero el silencio y el descanso.
Mi cuerpo reclama agua y calor.
En mi cama tirada hoy se desvanece el sentimiento de culpa de «no estoy haciendo nada». Como diría Silvia, nada no, te estás curando.
A ratos cierro los ojos, a ratos sueño y a ratos miro por la ventana con la cabeza en la almohada tumbada hacia el costado derecho, solo veo el árbol del vecino. Un olivo pequeño con muchas olivas todavía, que no han sido recogidas y no hay visos de que vayan a recogerse.
Me dan ganas de saltar a por ellas. En mi diálogo interior me digo que para qué si no vas a «aliñarlas», hay cosas que hoy por hoy he desistido hacer. Lo intenté una vez y fué un desastre, no por la técnica, sino por la constancia.
En el olivo hay 10 o 12 gorriones pasándolo pipa. Los observo y me acuerdo de Niadela. Hoy me siento un poco Beatriz Montañez, cosa que no descarto en esta vida.
Los gorriones suben y bajan del olivo, casi todos a una, no sé que buscan, solo suben y bajan. Suben a las ramas y se mecen en ellas como un columpio y creo que a la voz de uno bajan todos al suelo donde hay cesped, que no veo.
Se divierten subiendo y bajando, meciéndose y revoloteando. Imagino que bajan al cesped a por alguna semilla o bichito porque al subir mueven el pico.
No se preguntan para qué y si será su destino, si habrán venido aquí para eso. Sólo lo hacen, viven su esencia.
Si fueran un ser humano pensarían que es demasiado poco para su existencia, subir y bajar, que en el árbol vecino hay un pícido que hace agujeros en el tronco y hace una casita.
El ser humano es el único animal del planeta inconformista, esto es una tragedia porque no sabemos disfrutar del presente, pero una ventaja, porque nos ha permitido avanzar.
Todo tiene su parte buena y mala, pero hoy soy como el gorrión del olivo del vecino, hoy solo toca estar aquí, beber agua, estar tumbada y curarme.
Veo un Whatsapp y pienso que tengo que arreglar el formulario de contacto de la web, pero hoy no.
Sigo mirando el árbol, después de escribir, porque eso sí, en mi cabeza resonaban las palabras y no podía dejarlas volar como los gorriones que luego se me olvidan.
Sin más, somos Yin y Yan.
Gracias por leerme.